Claudia, mi vecina, es una de esas vecinas que te están pidiendo casi continuamente cosas; que si hoy un poco de azúcar, que si mañana un par de huevos, que si pasado un poco de pan rallado.

Es una mujer resultona, ni guapa ni fea, de unos cuarenta y pocos años. Está divorciada y sin hijos y vive sola con su perro "Pulgas".

 

Al principio me "m****taba" cada vez que venia a pedir cosas, pero me lo recompensa de vez en cuando invitándome a su casa a tomar café con unas galletas riquísimas que hacia ella. Otras veces me invitaba a tomar una cerveza en el bar de la esquina.

 

Un día cualquiera...

Ding, Dong... sonó el timbre de mi puerta.

 - Ya va - dije yo en voz alta.

Abrí la puerta y ahí estaba de nuevo Claudia. Llevaba un vestido amarillo bastante llamativo y llevaba el pelo suelto. Tenía el pelo pelirrojo.

 

 - Hola vecino, por casualidad no tendrás una escalera, no? - me preguntó

 - Pues... no, tengo un taburete. ¿Para que necesitas la escalera?

 - Para coger un frasco de te que puse en un mueble de la cocina al fondo del todo y no llego a cogerlo. No sé, quizás puedas cogérmelo tu que eres más alto.

 - Bueno, venga vamos a tu casa. Veremos si puedo cogerte el bote de té.

 - Ay, muchas gracias. Luego te invito a una taza de té, veras que bueno está. Me lo trajo mi hermana de un viaje a Sri Lanka

 

Pasó ella delante de mí y yo miraba su figura en ese vestido amarillo que llevaba puesto. La verdad es que estaba muy femenina con el puesto. Abrió la puerta de su casa, nos metimos dentro y fuimos directos a la cocina donde había una puerta del armario superior abierta.

 

 - Es ahí, en la puerta que está abierta.

 - Uuff, pues no llego. Tráeme una silla anda.

 

Claudia me trajo la silla me subí en ella y pude ver que en fondo del armario no había nada.

 - Oye, ¿estás segura de que es aquí donde guardaste el bote de té?

 - Si, ¿por qué?

 - Porque no hay nada.

 - Eso es imposible. Mira bien anda.

 - Que no, que está vacio aquí no hay nada. A lo mejor está en otro sitio.

 - Que no, que no que tiene que estar ahí. Ese es el armario de los tés. Anda baja, déjame echar un ojo

 

Me bajé de la silla y entonces se subió ella a la silla.

 - Oye, soy un poco pato para esto de las alturas. Sujétame las piernas no me vaya a caer.

 

Se subió a la silla y abrió una pierna que apoyo en la nevera y dejó su entrepierna a la vista.

Sin poder remediarlo me vi con la cabeza debajo de su falta y fue entonces cuando pude contemplar su sexo totalmente al aire. No llevaba ropa interior. Mi vista se quedó clavada en su chichi semi peludo.

Yo seguía absorto contemplando la forma de sus labios cuando ella miró hacia abajo y me vio con cara de alucinado mirando su entrepierna.

 

 - Ejem... - caraspeé ella mirándome con una sonrisilla desde arriba.

 - Pues… tenias razón aquí no hay nada. Que, ¿te gusta el paisaje? 

 - Perdona Claudia no sabía que no llevabas nada debajo. 

 - Jaa, jaaa. No pasa nada. Cuando llevo vestidos no suelo llevar nada debajo me siento más libre así, pero... no se lo digas a nadie será nuestro secreto, ¿vale?. – me dijo guiñándome un ojo